Las vestales

17.10.2013 00:08

Si hay algo que me apasiona de las antiguas civilizaciones es su religión. La cantidad de dioses, héroes, mitos, rituales llevados a cabo en honor de estos me parece fascinante y aunque es un tema que se ha estudiado hasta la saciedad, nunca está de más echarle un vistazo. Hoy me gustaría hablar de unas sacerdotisas de la Antigua Roma, mujeres que cargaban con un gran paso en sus espaldas y a la vez, gozaban de un prestigio social que pocas tenían en aquella época. Las vestales.

Para hablar de las vírgenes vestales es necesario hablar primero de la diosa Vesta, conocida en la Grecia Clásica como Hestia, diosa del Hogar y protectora del fuego familiar, hermana de Júpiter, Juno, Neptuno, Plutón y Ceres.

De lo poco que sabemos sobre esta diosa, podemos afirmar que la principal “característica” que la define es su virginidad. Era una diosa familiar, “amable” podríamos decir y esencial en el culto romano, pues según las creencias, del fuego del Templo de Vesta dependía la suerte de Roma.

Como ya hemos dicho, era venerada en Roma por las vírgenes vestales, seis sacerdotisas elegidas entre las familias patricias, encargadas de cuidar el fuego del Templo y supervisadas por la Virgo Vestalis Máxima. Estas mujeres eran escogidas y separadas de sus familias a una edad muy temprana, entre los seis y los diez años, siendo elegidas cuidadosamente por el Gran Pontífice y debían permanecer en el templo por tres décadas (diez años de aprendizaje, diez dedicados al culto y diez enseñando a las novicias). Debían mantenerse vírgenes durante “los años de servicio” y la pérdida de su virginidad era castigada con la muerte, siendo enterradas vivas. Tras estos treinta años, estaban libres de responsabilidades y podían contraer matrimonio si así lo deseaban, más no era algo frecuente; las vestales retiradas solían optar por el celibato perpetuo.  

Ruinas de la Casa de las Vestales. Roma (Septiembre de 2011)

Aunque su vida estaba regida por estrictas normas y leyes, siendo azotadas si alguna dejaba apagarse el fuego sagrado, que debía permanecer siempre encendido, las vestales gozaban de unos privilegios que estaban vetados para el resto de las mujeres romanas. Entre éstos podemos mencionar la posesión de bienes sin que hubiese un tutor masculino de por medio; la participación en los rituales religiosos o el tener una tribuna especial para ellas en teatros y anfiteatros, un hecho que aunque pueda parecer insignificante era reflejo del status social que tenían las vestales (el resto de las mujeres se sentaban en la parte superior del graderío, separadas de los hombres).

Vírgenes vestales representadas en Pollice Verso, pintura de Jean-Léon-Gérôme (1872)

El culto a Vesta y el mantenimiento de la llama sagrada se mantuvo hasta finales del siglo IV d. C. Tras el Edicto de Tesalónica, en el que se establecía el cristianismo como la Religión oficial del Estado, se prohibió el culto a las religiones paganas y a ciertas formas de la nueva religión que no fueron aceptadas y fueron declaradas como herejías.  

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